Mónica García: la ministra que devuelve a la sanidad su pulso humano

Ministra de Sanidad, anestesióloga de corazón y constructora de puentes entre la UCI y la gobernanza global, García encarna una visión renovada de la salud pública: más equitativa, preventiva y cercana.

 

HoyLunes – Mónica García Gómez, madrileña nacida el 16 de enero de 1974, es una de esas figuras políticas que aportan un peso moral innegable: su carrera comenzó en los quirófanos y las unidades de reanimación del Hospital 12 de Octubre, donde se especializó en anestesiología, reanimación y dolor, y desde allí dio el salto a un liderazgo público. Su formación se completó con un máster en Gestión Clínica, lo que le dio una doble perspectiva: la del médico que cuida con mano firme y corazón empático, y la del gestor que entiende los engranajes de un sistema sanitario complejo.

En 2015, su compromiso social la llevó a la Asamblea de Madrid bajo la bandera de Podemos, y más tarde se convirtió en una de las voces principales de Más Madrid, donde fue co-portavoz. Durante la pandemia de COVID-19, compaginó su trabajo en la UCI con la labor política, una conjunción que le granjeó la confianza pública: no era solo una cara política, sino una profesional que había visto de cerca el sufrimiento, la urgencia y las limitaciones del sistema.

22/11/2023. Mónica García. La ministra de Sanidad, Mónica García, pasea por los jardines de La Moncloa.
Mónica García Gómez: una ministra con vocación clínica y voluntad transformadora.

De la protesta a la gestión: prioridades políticas con sentido clínico

Desde su llegada al Ministerio de Sanidad en 2023, García ha centrado su gestión en transformar la sanidad desde sus bases. Una de sus apuestas más firmes es «reforzar la Atención Primaria«: para ella, los centros de barrio no son sólo lugares de paso, sino la estructura vertebral de la salud pública. Ha defendido que para mejorar la sanidad es imprescindible dignificar las condiciones laborales del personal, reducir la precariedad y garantizar que los profesionales se queden en sus puestos.

Otra de sus banderas es la «equidad en prestaciones básicas»: García ha señalado con determinación que las gafas deben ser “un derecho universal para todas las edades”, impulsando planes de subvención para mejorar el acceso visual en millones de personas. Esta medida ejemplifica su filosofía: no basta con curar, hay que prevenir, cuidar y facilitar la calidad de vida.

Además, su visión trasciende lo nacional: considera el «cambio climático como un problema de salud pública«. Para ella, no basta con reducir emisiones, sino que es urgente diseñar políticas que protejan a las personas de sus efectos más dañinos —olas de calor, enfermedades emergentes, desigualdades sanitarias— y hacerlo con una mirada preventiva y global.

Decisiones clave: arquitectura institucional y voz internacional

Bajo su gobierno, España ha recuperado un papel relevante en la «gobernanza global de la salud«: García ha llevado al país de vuelta al Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud, devolviéndole presencia decisiva para impulsar agendas como la obesidad infantil, la preparación ante pandemias o la desigualdad sanitaria en el mundo. Esa actuación no es meramente simbólica: es una apuesta por la cooperación internacional y por situar a España como actor clave en políticas de largo alcance.

En lo interno, ha liderado una reforma institucional ambiciosa al promover un «Estatuto Marco para el personal sanitario«, con el objetivo de reducir la temporalidad, unificar criterios de contratación y mejorar la estabilidad laboral. Ha negociado con sindicatos y gobiernos regionales para corregir desequilibrios y lograr un sistema sanitario más justo y sostenible.

En paralelo, ha puesto sobre la mesa inversiones sustanciales para reforzar la «Atención Primaria y la salud mental«, con recursos dirigidos a infraestructuras, tecnologías digitales y más profesionales, para que el primer nivel asistencial no sólo sea accesible, sino eficaz.

También ha exigido una mayor «transparencia en datos sanitarios» y un protocolo común entre comunidades autónomas, presionando para que las administraciones compartan información sobre cribados, campañas preventivas y datos epidemiológicos. Su apuesta por una gobernanza más técnica y coordinada responde a su convicción de que la equidad requiere claridad, rendición de cuentas y decisión central sin renunciar a la colaboración.

Fotografía nota de prensa
García proyecta la influencia de España en la gobernanza de salud, con mirada puesta en el futuro colectivo.

Su voz política y ética: más que una ministra, una figura moral

Mónica García no solo habla desde la experiencia médica sino desde una visión ética y social muy clara: su pasado en la «Marea Blanca» demuestra que no es una política convencional, sino alguien que ha peleado por la sanidad pública con rabia, esperanza y utopía. En múltiples intervenciones ha reivindicado la coherencia: para ella, hacer política no puede ser solo una performance electoral, sino una responsabilidad con el bienestar colectivo.

No rehúye el conflicto: ha respondido con firmeza cuando ha sido criticada por miembros de otras formaciones o por falta de colaboración institucional, defendiendo su autonomía y la de su equipo. Al mismo tiempo, mantiene un discurso empático y técnico, que convence tanto a profesionales sanitarios como a ciudadanos preocupados por el futuro del sistema de salud.

Mónica García ha construido una hoja de ruta coherente y transformadora. Su gestión nace de la experiencia clínica y se proyecta hacia los grandes desafíos estructurales del sistema, impulsando cambios profundos sin apartarse de los valores de justicia, equidad y prevención. Las decisiones que ha promovido —desde la actualización del Estatuto Marco hasta su participación activa en la OMS— no responden a gestos simbólicos, sino a pasos firmes hacia una sanidad más moderna, accesible y preparada para los retos del siglo XXI.

Confiamos en que, manteniendo su firmeza institucional y su sensibilidad de profesional de la salud, la ministra García continuará su labor con la misma pasión y convicción. Su continuidad al frente del ministerio abre la puerta a reformas cualitativas en temas tan complejos como la precariedad laboral, la gobernanza autonómica y la salud global. Si su hoja de ruta se consolida, el horizonte no solo será más justo, sino también más esperanzador para pacientes, profesionales y sociedad en su conjunto.

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